William Faulkner. Cartas escogidas.
"No hay peor sistema de alumbrado que el de la llamada Luz Interior;no hay religión más horrenda que la idolatría del dios interior. Conocer a alguien es conocer su modo de obrar. Que Juan adore al dios interior sólo significa que Juan adora a Juan. Más valdría que Juan adorase al sol, o a la luna, o a cualquiera cosa que no sea la Luz Interior; más le valdría adorar gatos y cocodrilos, si tiene la suerte de enconstrarse con ellos, antes que adorar al dios interior."
G.K. Chesterton. Ortodoxia.
... y se encontró de pie ante un escaparte de la Quinta Avenida. Era el de una tienda de numismática y estaba ocçbservando detenidamente un dólar de oro, preguintándose si podría permitirse añadirlo a su colección. "¿Qué colección?", se preguntó desconcertado. "So yo no colecciono monedas. ¿Qué hago aquí? ¿Y cuántas horas llevo mirando escaparates cuando debería estar en mi despacho supervisando... supervisando...?" No podía recordar lo que supervisaba. Era un negocio de algún tipo, que tenía que ver con gente dotada de algunas habilidades particulares. Cerró los ojos, tratando de concentrarse. "No, tuve que dejarlo el ñao pasado por culpa de un infarto", recordó. "Pero estaba allí, en mi despacho, hace unos pocos segundos, hablando de un nuevo proyecto con un grupo de gente". Cerró los ojos. "Ya no está", pensó confundido. "Lo que yo levanté ya no está". Abrió los ojos y se vio de nuevo en su despacho. Ante él estaban G.G. Ashwood, Joe Chip y una muchacha morena, intensamente atractiva, cuyo nombre no recordaba. Por razones que no alcanzaba a comprender, le sorprendió que no hubiera nadie más presente.
-Señor Runciter-dijo Joe Chip-, le presento a Patricia Conley.
-Encantada de conocerle al fin, señor Runciter-dijo la muchacha. Soltó una carcajada y sus ojos lanzaron un destello exultante. Runciter no sabía por qué.
"Le ha hecho algo", comprendió Joe Chip. -Pat-dijo en voz alta, lanzando en derredor una mirada de interrogación-, no pondría la mano en el fuego pero creo que aquí las cosas son diferentes-. El despacho ofrecía el aspecto de siempre: la alfombra demasiado estridente, los objetos artísticos heterogéneos de siempre, las mismas pinturas originales y sin ningún mérito... Tampoco Glen Runciter había cambiado: desordenado su cabello gris, meditativo el rostro, le devolvió la mirada. También él parecía perplejo. Cerca de la ventana, G.G.Ashwood se encongió de hombros con indiferencia. Era evidente que no veía nada anormal.
-Nada ha cambiado-dijo Pat.
-Todo ha cambiado-repudo Joe-. Debes haber retrocedido en el tiempo y nos has puesto en otro rumbo. No puedo demostrarlo ni precisar la naturaleza de los cambios, pero...
-Nada de peleas conyugales en horas de oficina-dijo Runciter frunciendo el ceño.
-¿Peleas conyugales?-preguntó Joe, desconcertado. Vio entonces el anillo que llevaba Pat en el dedo; era de plata labrada y jade, y recordó haberle ayudado a elegirlo. "Fue dos días antes de casarnos", pensó. "De eso hace cerca de un año. Entonces pasaba muchos apuros monetarios, pero ahora las cosas han cambiado: Pat, con su sueldo y su espíritu ahorrativo, las ha arreglado para siempre".
Philip K. Dick. Ubik.


"Thunder on the mountain, fires on the moon
There's a ruckus in the alley and the sun will be here soon
Today's the day, gonna grab my trombone and blow
Well, there's hot stuff here and it's everywhere I go"
Bob Dylan. "Thunder on the mountain", Modern times.
2 comentarios:
¿Qué pasó con los caimanes?
Los caimanes nomás salen en tu versión del texto, igual que la esclava negra. En mi libro de correspondencia viene así, como lo transcribí :D
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