martes, octubre 19, 2010

Libros y películas

Tengo dos semanas en casa, esperando llevar a buen término mi segundo embarazo. Durante estos días, mis compañeros constantes han sido mi hija y mi laptop. De la larga sesión de twitter del día de hoy saco el tema de esta entrada: las adaptaciones de libros al cine.

Por la gran cantidad de tweets que leí al respecto, veo que el tema es apasionante, y que la raza está más que dispuesta a clavarse en él. Yo me cuestiono qué es lo importante del tema: el libro, la película, la fidelidad de la adaptación... Siempre me ha parecido que es mal negocio la obligada comparación que el fan de un libro hará con la adaptación cinematográfica, porque sin importar qué tan fiel sea, siempre le parecerá "rabona" en relación a su libro favorito. Al menos a mí me ha parecido que es así con todas las películas que conozco basadas en Los tres mosqueteros: siempre son pobres, insuficientes, y mediocres. Y aunque en la mayor parte de las ocasiones estoy segura que puedo respaldar mi juicio con observaciones objetivas, la realidad es que ninguna película, jamás, estará a la altura de mi experiencia de lectora con esta novela. De ahí que sea un ejercicio a la par injusto y ocioso querer establecer un paralelismo entre el maravilloso libro X con la mediana película Y.

La gran riqueza de la interacción literatura-cine es la producción de criaturas independientes. Al menos así define Guillermo del Toro la adaptación de un libro al cine: así considera él a su Hellboy, así considero yo al Batman de Nolan, y posiblemente así consideraré al Drácula de Coppola cuando por fin pueda ver esa película completa. Así es El resplandor de Kubric (que, aunque se pasa monumentalmente por el arco del triunfo a Stephen King, es quizá la mejor adaptación que se haya hecho a una novela suya), así es La mitad siniestra de Romero (otra del King), así es (según dicen, porque no he leído el libro) Niños del hombre, de Cuarón; así es con Los hombres que no amaban a las mujeres, Déjame entrar, y estoy segura que es el mismo caso de Los ríos de color púrpura. Si la intención es adaptar con toda exactitud una obra literaria, ¿cuál es la riqueza del ejercicio? ¿Cuál es, por ejemplo, la gran ganancia de Watchmen, que recupera casi con total exactitud gran parte de la novela gráfica y deja fuera las minucias que hacen del cómic una obra tan rica y memorable? ¿Cuál es el objeto de aquella miniserie noventera de El resplandor, con Rebeca de Mornay, que es copia exacta del libro, y que es sencillamente un producto aburrido y, en lo personal, aborrecible?

Si de lo que se trata es de reproducir el libro, sería mejor ahorrar tiempo y dinero y darle la oportunidad a cada lector de experimentar la obra. Así cada quien tendrá su versión idílica de los mosqueteros, de Tierra Media, de Howarts, del Hotel Overlook, de los 300 espartanos, de Watchmen, de ciertos higiénicos vampiritos, etcétera, etcétera, etcétera.