martes, noviembre 24, 2020

Arquetipos

Cuando mi monstrua estaba chiquita y mi tejón melero era un bultito con el que pasaba mis tardes jugando a hacer ruiditos, leí ¿Qué sucedió con el paladín encapotado? en versión electrónica.


En aquel entonces, conocía muy poco a Gaiman: apenas unos pocos números aislados de Sandman y un par de películas sobre sus obras: Mirrormask y Coraline. Aún no me había topado con American Gods


Esta tarde leí nuevamente ¿Qué sucedió con el paladín encapotado? y ahora me parece de una hermosura pasmosa. A la altura de American Gods, casi tan conmovedor como el interludio de la joven irlandesa expatriada al nuevo mundo, o como el capítulo en el que Sombra conoce a la más joven de las hermanas Zorya y ésta le regala la luna. Es un Batman arquetípico, un mito, que bien pudo caminar con Mr. Wednesday, Anansy y Mama-ji. Como el agujero en las cosas de Morrison. O la Gotham para siempre decadente de Miller. 


Nolan tiene que haber tomado a este Batman de modelo para su Dark Knight Rises. Ese Batman que no puede sino ser Batman, que sabe que tiene que serlo hasta morir. Porque, ¿qué otra cosa puede ser? 


Si te has convertido en un mito, ¿qué más puedes hacer, sino nacer y morir una y otra vez, hasta el fin de los tiempos?

martes, febrero 11, 2020

Wislawa, Wislawa

Son las 9 de la mañana, me duele la espalda, y Wislawa siempre le pone nombre a lo que siento.

DESPEDIDA DE UN PAISAJE

No le reprocho a la primavera
que llegue de nuevo.
No me quejo de que cumpla
como todos los años
con sus obligaciones.

Comprendo que mi tristeza
no frenara la hierba.
Si los tallos vacilan
será sólo por el viento.

No me causa dolor
que los sotos de alisos
recuperen su murmullo.

Me doy por enterada
de que, como si vivieras,
la orilla de cierto lago
es tan bella como era.

No le guardo rencor
a la vista por la vista
de una bahía deslumbrante.

Puedo incluso imaginarme
que otros, no nosotros,
están sentados ahora mismo
sobre el abedul derribado.

Respeto su derecho
a reír, a susurrar
y a quedarse felices en silencio.

Supongo incluso
que los une el amor
y que él la abraza a ella
con brazos llenos de vida.

Algo nuevo, como un trino,
comienza a gorgotear entre los juncos.
De veras les deseo
que lo oigan.

No exijo ningún cambio
de las olas a la orilla,
ligeras o perezosas,
pero no obedientes.

Nada le pido
a las aguas junto al bosque,
a veces esmeralda,
a veces zafiro,
a veces negras.

Una cosa no acepto.
Volver a ese lugar.
Renuncio al privilegio
de la presencia.

Wislawa Szymborska, El gran número, Fin y principio y otros poemas.