domingo, septiembre 02, 2012

Rencor melero, rencor tejonero

Nuestro Tejón Melero sufrió, hará cosa de tres días, de una picadura de bicho al azar (entiéndase que no tenemos una puta maldita idea de si lo picó una araña, una hormiga, una avispa, un zancudo o una pinche cucaracha). Primero fue una ronchita. Luego se inflamó. El día de hoy era un absceso en franca plenitud, con todo y su puntita blanca destacada y a punto de reventar. Por supuesto, la maldita cosa se mantenía en su incólume y dolorosa plenitud, sin trazas de que el Tejoncito descansara de su infame dolor.

Allá van el Hurón y el Pachuco, como preocupados padres de su fauna diversa, a que lo revise el doctor en turno en la farmacia de similares, porque los servicios de un veterinario, en estos días, resultan más costosos. Y le recetaron lo de costumbre: antibióticos, desinflamante y un jarabe pa' los mocos (es que además está agripado el bicho). Luego de una hora, el dolor es insostenible y tomamos una decisión dura, riesgosa: reventar el chingado absceso. Aquí la que tiene presuntos conocimientos enfermeriles es el noble y magnánimo Hurón de los Pantanos, así que con jeringa en mano, procedió a la delicada operación de aplicarle una punción al monstruo ese que se posesionó del muslo de mi hijo para luego drenar su nauseabundo contenido.

La cosa pasó como es de esperarse en estos casos: el Tejoncito Melero berreó, pateó, blasfemó en su lengua nativa, me miró con cara de muere puta infeliz, sudó, siguió berreando, y al final descansó. A casi tres horas del suceso el Tejoncito está tranquilo: por primera vez en el día comió con apetito, empezó a cantar, y ya no trae un genio de los mil demonios. O genio melero, si usted lo prefiere.

Pero es un bichito de memoria prolongada y rencores largos: tengo media hora mimándolo y acariciándolo. Me mira con desconfianza, y cuando trato de tocarle la piernita me aparta la mano. Al principio ni siquiera me permitía tocarle la cabecita.

Es rencoroso el Tejón. Rencor melero, supongo.