jueves, mayo 23, 2024

Ya lo dijo

Que me comporto como mi madre.

Como la madre que me parió.

Mejor nos ahorro disgustos y le otorgo el divorcio. Todo es suyo: la casa, el carro, los niños, los gatos y las palabras. Ya está.

domingo, noviembre 28, 2021

Visitante inesperado

 Tío Anárbol me visitó en sueños. Viejo, como en los últimos tiempos que tuve la oportunidad de verlo. Sonriente y dicharachero, como lo recuerdo de toda la vida.

Estuvimos en su jardín, que ya no existe: sus hijas vendieron la casa y, por lo que sé, ahora es un estacionamiento. Amé ese jardín en mi infancia, y aún con cuarenta y tantos, visitarlo era una dicha agridulce. Antes era enorme, y poco a poco empequeñeció. Pero en mi nostalgia, es un jardín interminable e inconmensurable.

Sé que hablé con él, pero no recuerdo de qué. Te quiero, tío. ¿Me extrañas? ¿Extrañas a tus hijas? ¿A tus hermanos? ¿Vienes por papá?

A lo que sea que vengas, sé amable y gentil, como has sido siempre. 

Te quiero. Te extraño. Pero sobre todo, te quiero.

lunes, marzo 15, 2021

Sueños y vaticinios

Esta mañana desperté a las 06:48. Mi primera clase es casi siempre a las 06:50, así que mi subconsciente procesó que era hora de levantarse. 

Venía de un sueño intranquilo en el que me recuerdo descendiendo la cuesta que me llevaba a mi casa de la infancia. A mi izquierda, había casas que no existían, pero que ahora seguramente están. A mi derecha, en el enorme baldío en el que mi abuelo me enseñó a andar en bicicleta, había una especie de bahía en la que los niños retozaban entre flotadores y charcas: había rocas entre el agua y árboles verdes, risas y gritos felices. 

De pronto estaba acompañada de una de mis hermanas -Caro, quizás- y juntas nos dirigimos a un parque que es mezcla y sombra de todos los parques en los que he caminado alguna vez. Allí, una mujer vieja nos pidió ayuda para salvar a un perro callejero herido. Entre las tres lo atrapamos y llevamos a una veterinaria (que, por cierto, si existe y está cerca de mi actual casa), y luego de que el animal recibió auxilio, en agradecimiento, la mujer me dijo cómo y cuándo moriríamos mis hermanas y yo. 

Entonces desperté.

Desperté angustiada, porque recordaba el destino de mis hermanas, pero no el mío. Y no deseaba recordarlo.

A mis trece o catorce años, estando hospitalizada por un ataque de asma particularmente virulento, mi pediatra de guardia se acercó a mí cuando mi abuela se había ido a comer y me dijo que si seguía así moriría antes de los veinte. Culpándome, como si yo controlara mi asma. Me recuerdo a la perfección aguantando la respiración hasta el día en que los cumplí, porque un médico -de mi confianza- me dijo que moriría. ¿Quién quiere saber eso? ¿Por qué querría saber cuándo y cómo morirían mis hermanas?

Le dije adormilada a Renato: "Me han dicho cómo y cuándo moriremos Caro, Lily y yo, pero no recuerdo lo mío". Él me acarició los cabellos y me hizo dormir de nuevo.

Al despertar, había olvidado todo, excepto el dolor y la dicha agridulce de haber visto otra vez el panorama de mi infancia.

No lo he visto en veinte años. No me gusta volver al pasado. Y el futuro, en definitiva, es un lugar al que no hay prisa en llegar. ¿Para qué? Sabemos cuál es el punto de arribo de este viaje. Lo interesante es el camino: con suerte, aprenderemos algo. Si la fortuna lo permite, encontraremos gente que nos ayudará a ser mejores. 

Tener un atisbo de lo que será la travesía sólo la truncará y nos impedirá ver el paisaje. Sería como estar frente a las montañas y no verlas por contemplar una postal. 

martes, noviembre 24, 2020

Arquetipos

Cuando mi monstrua estaba chiquita y mi tejón melero era un bultito con el que pasaba mis tardes jugando a hacer ruiditos, leí ¿Qué sucedió con el paladín encapotado? en versión electrónica.


En aquel entonces, conocía muy poco a Gaiman: apenas unos pocos números aislados de Sandman y un par de películas sobre sus obras: Mirrormask y Coraline. Aún no me había topado con American Gods


Esta tarde leí nuevamente ¿Qué sucedió con el paladín encapotado? y ahora me parece de una hermosura pasmosa. A la altura de American Gods, casi tan conmovedor como el interludio de la joven irlandesa expatriada al nuevo mundo, o como el capítulo en el que Sombra conoce a la más joven de las hermanas Zorya y ésta le regala la luna. Es un Batman arquetípico, un mito, que bien pudo caminar con Mr. Wednesday, Anansy y Mama-ji. Como el agujero en las cosas de Morrison. O la Gotham para siempre decadente de Miller. 


Nolan tiene que haber tomado a este Batman de modelo para su Dark Knight Rises. Ese Batman que no puede sino ser Batman, que sabe que tiene que serlo hasta morir. Porque, ¿qué otra cosa puede ser? 


Si te has convertido en un mito, ¿qué más puedes hacer, sino nacer y morir una y otra vez, hasta el fin de los tiempos?

martes, febrero 11, 2020

Wislawa, Wislawa

Son las 9 de la mañana, me duele la espalda, y Wislawa siempre le pone nombre a lo que siento.

DESPEDIDA DE UN PAISAJE

No le reprocho a la primavera
que llegue de nuevo.
No me quejo de que cumpla
como todos los años
con sus obligaciones.

Comprendo que mi tristeza
no frenara la hierba.
Si los tallos vacilan
será sólo por el viento.

No me causa dolor
que los sotos de alisos
recuperen su murmullo.

Me doy por enterada
de que, como si vivieras,
la orilla de cierto lago
es tan bella como era.

No le guardo rencor
a la vista por la vista
de una bahía deslumbrante.

Puedo incluso imaginarme
que otros, no nosotros,
están sentados ahora mismo
sobre el abedul derribado.

Respeto su derecho
a reír, a susurrar
y a quedarse felices en silencio.

Supongo incluso
que los une el amor
y que él la abraza a ella
con brazos llenos de vida.

Algo nuevo, como un trino,
comienza a gorgotear entre los juncos.
De veras les deseo
que lo oigan.

No exijo ningún cambio
de las olas a la orilla,
ligeras o perezosas,
pero no obedientes.

Nada le pido
a las aguas junto al bosque,
a veces esmeralda,
a veces zafiro,
a veces negras.

Una cosa no acepto.
Volver a ese lugar.
Renuncio al privilegio
de la presencia.

Wislawa Szymborska, El gran número, Fin y principio y otros poemas.

jueves, mayo 31, 2018

Metrópolis siempre es Metrópolis

Y no me refiero al hogar de Supermán, sino a la de Lang.

Esta mañana, mientras dejaba a mi abuelo en la clínica para su consulta mensual y manejaba hacia la escuela, me di cuenta (siempre me doy cuenta, pero hoy me pesó) de que todos íbamos hacia Metrópolis: unos en coche, otros a pie y otros en metro. Pero todos hacia el mismo lugar y con la misma cara de autómata desvelado.

Y cuando entré al estacionamiento, me sentí como si entrara a las fauces de Moloch.

A lo mejor es que tengo mucha tarea. O que no dormí bien. O que entré a las fauces de Moloch.

No sé.

viernes, enero 27, 2017

¡Ay, profesor Broom! ¡Ay, señor Ollivander!

Se murió John Hurt.

La primera víctima de Alien, el hombre elefante, el héroe perdido que luchó la causa perdida contra el Gran Hermano, el cuentacuentos, Avellano el grande, el profesor Broom, el Gran Hermano según Alan Moore, el señor Ollivander, el doctor Who.

No sé cuántos actores han tenido un currículum tan enorme, extraño, maravilloso y bello como el de este señor. Papeles raros, de actor raro, de hombre que sabía que no era guapo, pero sí talentoso. Quien repase su trabajo se dará cuenta que fue de todo: héroe, villano, monstruo, salvador, víctima, mago, científico, caudillo, mecenas, espía, narrador. El inadaptado por excelencia. Hasta Jesús fue. Nomás le faltó ser el diablo, pero al menos fue padre de uno.

Encarnó muchos de mis sueños y de mis pesadillas. Y no recuerdo una sola vez que lo haya visto y no me haya parecido sencillamente chingón.

Y me siento horrorosamente triste. Que lleguemos a una parodia de 1984 y que se muera Winston Smith...

Que duermas bien, Juanito. Ya te extraño.