sábado, abril 17, 2010

Cuando los vampiros se convierten en pastores

1. En mi época de estudiante de Letras españolas, me tocó leer, entre muchísimas cosas de cuyo nombre no quiero acordarme, cierto ladrillo intitulado Los siete libros de la Diana, publicado en 1559 por cierto portugués que escribía en español apellidado Montemayor. Edición linda, de Clásicos Castellanos. Lectura pesadísima: recuerdo pocas cosas peores en mi experiencia de lectora. Recuerdo que cuando leía las Églogas, aquello de lo pastoril nomás me parecía curiosito. Con la Diana me resultó insufrible. Mandé a todos los diablos a los dichosos pastores, que en mala hora vinieron a relatarnos sus puerilidades: leer uno de sus diálogos era como asistir a una conversación entre dos prepos quejicas y llorositos porque la novia no aflojó. Cuando dejé la experiencia atrás me prometí no volver a experimentarla. Leer Amadís de Gaula enterito me parece menos perverso que echarse por gusto una novela pastoril, me cae. 2. Hace cuatro meses pasé por mi último coqueteo con mi primera profesión: la docencia. Luego de tres años de no pisar las aulas, descubrí que los chicos siguen igual de insufribles, mentecatos y altaneros. También descubrí que finalmente leían, y para mi pertinaz alegría, me di cuenta de que leían horror: estaban clavados con una serie de novelas llamada Crepúsculo, acerca de unos vampiros muy nice. Yo pensé: no puede ser peor que Entrevista con el vampiro o un libro promedio de Stephen King. Conclusión: aguas con lo que piensas. 3. Por no quedarme sin saber qué onda, hace dos meses me animé a leer los libros de Crepúsculo en versión electrónica: una compañera de trabajo tuvo la bondad de mandármelos, porque se enteró de que me gustan los libros de horror. Ello me hace llegar a las siguientes consideraciones: a) Los libros de esta susodicha y mal llamada saga son sumamente fáciles de leer. Paso a demostrarlo: lees un capítulo, te saltas tres; lees dos capítulos, te saltas cinco; lees tres capítulos, te saltas seis. Les juro que no se pierde el hilo de la narración (o lo que quiera que sea), y en cambio, gana en agilidad. b) Los libros de esta serie no pueden, bajo ninguna circunstancia, ser clasificados como de horror; mucho menos como fantasía, ciencia ficción, o ficción épica. Son simple y llanamente una abominación: me gustaría decirles que no entran en ninguna tendencia literaria, pero desgraciadamente, vienen de una tradición que ya van adivinando: la novela pastoril. Y si no me creen, paso a dejarles leer la definición de novela pastoril con que se luce Wikipedia al día de hoy: "La novela pastoril es un subgénero narrativo épico que se configuró históricamente en el Renacimiento a partir de la aparición de la Arcadia del italiano Jacopo Sannazaro. Existía ya una amplia tradición anterior que viene de la literatura pastoril, centrada en torno al subgénero lírico de la égloga o poema; la mayoría de las veces consistía en un diálogo en que diversos pastores idealizados se cuentan sus amores, afortunados o no. La égloga o idilio pastoril nació con el poeta griego Teócrito, quien fue seguido en este género por el también griego Mosco y el poeta romano Virgilio, quien innovó al hacer de sus pastores trasunto de personajes reales de su entorno: Mecenas, el emperador Augusto etc. Posteriormente, en la Edad Media, Giovanni Boccaccio compuso algunas prosas narrativas de tema pastoril y eglógico, como el Ninfale d'Ameto y el Ninfale Fiesolano. Pero será Jacopo Sannazaro quien, en su Arcadia (1504, traducida al castellano en 1549), configure definitivamente el género como un argumento narrativo entreverado de composiciones o canciones en verso de tema amoroso entonadas por los pastores. La novela pastoril refleja la visión idealista y poco realista del Renacimiento, su espíritu estilizado y su platonismo. La temática es siempre amorosa y ofrece una visión estática de la naturaleza. La narración es morosa y lenta y la acción, que es sin embargo embrollada, se desenvuelve con premiosidad ya que lo que importa fundamentalmente es el análisis de los sentimientos y pasiones de los personajes y la descripción del paisaje natural. Por otra parte, son frecuentes las interrupciones con digresiones de todo género o incluso con otras historias ajenas a la acción principal, aparte de los constantes versos intercalados." Wikipedia, consultada el 21 de abril de 2010. Las cursivas son mías. c) Confieso que me da pena emparentar a los vampiritos pastores con la novela pastoril; cabe pensar que si el Quijote se recetó los libros de la Diana y Cervantes se animó a escribir su propia novelita (La Galatea) la cosa no puede ser tan mala. Y en efecto, estrictamente hablando, no lo es. Pero imaginen una fiebre irrefrenable de novelas pastoriles, imaginen a un ingente ejército de escritores salidos de Dios sabe dónde escribiendo las aventuras y desventuras de los imberbes pastorcillos que pululaban por los campos europeos. Imaginen que en las tertulias no se hablaba de otra cosa, que las damas centraban sus conversaciones vespertinas en los infortunios de Nemoroso, y los bachilleres en las virtudes de Silvia. Ahora imaginen a una multitud enorme de prepos, a un verdadero ejército de chicas (y chicos) profesionistas, amas de casa, y empleadas de comercios dedicando sus tardes, cadenas de correo, entradas de blog (¡hola!), tweets, muros de facebook, etcétera, a las aventuritas de Bella Swan, Edward Cullen y su caterva de vampiritos pacifistas. ¡No mames! ¡Igualito que con la novela pastoril! ¿Qué no? 4. Bucky B. Katt (http://comics.com/get_fuzzy/), uno de mis nunca bien ponderados héroes, se dedicó, hace un par de meses y durante varias tiras, a convencer a Rob de que lo que la gente necesita para relajarse es ver películas aburridas. Supongo que eso se aplica a las lecturas. ¿Quieres relajarte? Échate Crepúsculo. Nomás que aguas: consumir basura es nocivo para la salud, y si terminas con una embolia, un infarto cerebral o un aneurisma, será únicamente culpa tuya. Advertido estás. 5. No vuelvo a echar pestes de Anne Rice ni de Stephen King. Perdón, máster: tus vampiros sí son vampiros: chupan sangre, seducen cualquier cosa que se mueva, condenan almas para toda la eternidad, y por sobre todo: ¡no juegan con la comida y se cogen a la chamaca! ¿Qué mariconadas son esas de pasar las noches con la chica sin siquiera tocarla, nomás platicando de cómo podría resultar el rapidín? ¡Me cae que qué enfermos! 6. Y no le sigo, que tendría que hablar de Volturis, hombres lobo que no son hombres lobo, guerrillas chileras entre vampiros, íncubos mal entendidos, y engendros chafas. ¡Malhaya la moralina de la pendejeta de la Meyer, que le pone "valores" a los libracos, cita los cuatro libros que ha leído en su vida, y ya con eso reinventó al vampiro! ¡Por los clavos de Cristo! ¡Por los cuernos de Lucifer! ¡Mecachis! 7. Mi opinión se resume en dos sabias palabras expresadas continuamente por mi compa Hellboy: "Oh, crap!"

3 comentarios:

Nicolás Díaz dijo...

Los vampiros a Forks
corren presurosos,
llevan de tanto morder
los colmillos rotos.

Kurt dijo...

Que alguien por favor levante al zombi de Sheridan Le Fanu para que agite y le dé una bofetada a la Meyer. En fin, es que se me hace chistoso que la gente prefiera a estos vampiros pastores sobre a las vampiras lesbianas de la época victoriana.

Muy buen post, lo disfruté.

sr. magnánimo dijo...

Ah, eso del zombi de Le Fanu está rebueno. El asunto es que eso no detendría a la Meyer, que seguiría escribiendo: no tiene cerebro para que se lo devoren, y en ese estado ha escrito todos sus libracos.

Imagino que la raza sigue más a los wampis pastores que a Carmilla porque los primeros son como que más pornográficos. O sea, tanta represión sexual suena familiar, como a telenovela de Televisa, ¿qué no? Y como bien sabemos, pocas cosas son tan perversas y degeneradas como querer cogerte a alguien y negarte a conciencia. Que no se diga que eso pasa nomás entre católicos: uf con esta chica mormona, neta.