jueves, mayo 26, 2011

Oh, México barroco...

Es lugar común decir que México es barroco, ¿verdad? Tanto como decir que es bárbaro, mágico, trágico, y demás sandeces por el estilo. Ridículo, increíblemente ridículo sí que lo es, y acomodaticio, y cínico, y farsante, y muy falto de autoestima.

Pero bueno, empezar un post de esta manera es muy dramático y de mal gusto: muy retórico, muy académico y por lo tanto muy pose, la neta. Y lo único que quiero decir es algo que cualquier persona que tiene más de un mes de conocerme sabe nomás de mirarme: que estoy profundamente emputada con mi país. Pero entendámonos: no estoy enojada por la inseguridad, que siempre ha existido; ni por el gobierno inepto, que para nosotros es una tradición secular; ni por el narco, que forma parte de nuestro folclor. Me emputa que todos nos hagamos pendejos, y finjamos que no sabemos por qué pasa todo esto, y que nuestros intelectuales se quieran sentir inteligentes y parecer sensibles y se crean la mera onda porque hacen cosas trascendentes, que seguramente van a salvar a México (quiero saber cómo putas va a salvar a México un pinche poema del Sicilia que ahora está pidiendo por el alma de los matones que se empinaron a su hijo), o que ponen mensajes de luto lindos, minimalistas y profundos acerca de Leonora Carrington, cuya obra conocen de pasadita en las exposiciones que nuestros dignos museos organizan de cuando en cuando. Vamos, que en muchos casos ni sabían que la mujer seguía viva. Vivimos en un pinche país acomodaticio donde el sueño dorado de millones de mexicanos es llegar a burócrata (en un aula llena de niños que dentro de diez años va a llegar a mis manos en prepa y me va a decir que por fin entendieron como clasificar las palabras en agudas, graves y esdrújulas; o en un escritorio en cualquier universidad pública para escribir artículos llenos de obvidades y pendejadas acerca del último poeta latinoamericano que murió). Qué cagante que las instituciones culturales, que presuntamente tienen el potencial para perfilar a una nueva generación de mexicanos capaz de pensar en más opciones de vida además del narco, estén llenas de parásitos que se echan porras mutuamente diciéndose: aquí en mi institución sí trabajamos, si editamos la obra de nuestros escritores regionales, de nuestros artistas plásticos y cantantes folclóricos. Pero por encima de todo, me emputa que ayer haya ido a dar a mi trabajo un muchacho secuestrado, madreado, apaleado, y convencido de que lo perseguían para matarlo, recién fugado de una casa de arraigo que se encontraba a una cuadra de distancia de la escuela, y que la policía haya llegado para dejar ir como si nada al mandamás, que se fue bien orondo en su carrote del año, y a otro pobre pendejete secuestrado, madreado y con finta de narcomenudista para luego treparlos a él y al primer güey que se escapó a una granadera. De seguro que ya no sabrá nada más de ellos el mundo.

Y para rematar en polca, tenemos anarquistas trasnochados que no se dieron cuenta de que se les pasó la eṕoca como con cien años, y que vienen a empinarse cafeterías charchinas no para legitimar su lucha contra la opresión imperialista o contra el gobierno corrupto o contra la guerra contra el narco, sino para recordar a un pendejo de mierda que voló con todo y su rila y su pinche bomba casera por los aires porque nadie le dijo que la bomba se armaba al llegar, no al pedalear. De seguro que se ganó el Premio Darwin de ese año.

Y la reflexión de mis niños fue que les gustaría que ya se hiciera cargo de toda la situación el Cártel del Golfo, porque ellos nomás quieren trabajar, son personas de bien que no quieren matar a nadie que no se meta con ellos, y que con seguridad meterían en cintura tanto a los otros cárteles como a nuestro gobierno corrupto. Son mis niños que acuden regularmente a servicios religiosos, que reciben clases de valores, que se quedan los lunes al club de lectura, los martes y jueves al taller de italiano, y los miércoles y viernes al club de cine. Son los mismos que me preguntan que para qué sirve votar, si cualquier gobierno es lo mismo, y de todas formas los militares los cuidan, y lo que hay que hacer es dejar a los del Golfo jalar tranquilos, como ellos, que quieren conseguir una plaza de maestros en la SEP, para ser mexicanos de bien incapaces de meterse en problemas porque saben vivir perfectamente con el sistema.

Yo no sé vivir en este sistema. Puta, qué cansada estoy.

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