viernes, diciembre 15, 2006

¡Ahí viene el Charro!


Yo, sin el Charro, ¡no puedo vivir!
por Diana Doménech


El Charro de las calaveras

Alfredo Salazar

México, 1965


Todos sabemos que el cine nacional -especialmente ése que creó género propio, el cine de luchadores- tiene en su haber más joyas inapreciables que el mismo tesoro de Moctezuma.
Nadie se ha escapado de crecer con las aventuras del Santo, del añorado Manotas, del todavía vigente Mil Máscaras, etcétera. Yo tengo un hermano mayor que solía modificar el argumento de las películas para incluirse él mismo junto a estos semidioses y sustituir con esos relatos los tradicionales cuentos para dormir allá, en aquellos lejanos tiempos cuando los setentas apenas nacían.
Hoy les quiero hablar de la más deliciosa alhaja que podría coronar nuestro cine y, sin afán de exagerar, incluso el cine mundial: la nunca demasiado bien ponderada El Charro de las Calaveras.
El Charro… fue filmada en 1965, aunque es notorio que se logró en dos etapas. Como una respuesta a dos de los géneros de moda -el cine de luchadores y el todavía popular cine campirano-, El Charro de las Calaveras logra un sincretismo perfecto, balanceado y purísimo entre ambas vertientes.
Tenemos, entonces, a un vengador anónimo, que oculta su rostro detrás de un paño negro, que inició sus andares por ese cruel mundo del dolor en un afán de cobrar venganza, y como representación de la satisfacción de la misma se mandó bordar tres calaveras sobre su chaqueta: una por cada víctima de su incontenible rabia.
Pero la venganza es sólo el principio, y el buen Charro le sacó gusto a esto de andar combatiendo las fuerzas de lo oscuro, así que se dedica a deambular por esos ranchos de Dios, buscando terminar con cualquier forma que adopte el Mal.Y aquí es donde se nos pone interesante: olvídate de Hugh Jackman, de Anthony Hopkins, de la Liga Extraordinaria, del padre Merrin o incluso del mismísimo Enmascarado de Plata: el Charro es la solución perfecta si por tu barriada anda sembrando el terror un jinete sin cabeza, un hombre lobo, un vampiro o cualquier otro ente que las tinieblas arrojen.
Su presencia es temible, sus combates memorables. Aunque inició su camino de venganza en solitario, se ha hecho acompañar del fiel Cleofas y de un niño -bueno, en realidad son dos, pero mejor ve la película para que comprendas lo que quiero decir-, imagen del célebre Panza y del Lazarillo entrañable.
Su mejor arma es la originalidad con que acaba con sus enemigos. Nunca en la historia del cine veremos repetidas estas hazañas, la verdad sea dicha.La dirección es impecable, decididamente mexicana desde el inicio con la toma a campo abierto y el corrido del Charro de las Calaveras -cantado por el Trío Calavera, faltaba más-, hasta el típico letrero "Fin" con el que tan confortablemente mexicanos nos sentimos.
La película es difícil de encontrar -de hecho, la vi transmitida en el canal 2 local hace unos seis meses-, pero si tienes un genuino deseo de ver un filme que vas a recordar toda la vida, "esa" película que no puedes morir sin haber visto, ¡remueve cielo y tierra, combate a los monstruos del oscurantismo que mantienen lejos de la luz a esa verdadera joya cinematográfica! Te juro que vas a recordar cada una de mis palabras… ¿quién vota por que la nombren Patrimonio de la Humanidad?


El Charro de las Calaveras (El lobo humano/El vampiro siniestro/El jinete sin cabeza). // Director y guionista: Alfredo Salazar. // Fotografía: Jorge Mejía. // Música: Gustavo César Carrión/Trío Calavera. // Con Dagoberto Rodríguez, David Silva y Alicia Caro. // México, 1965.
*Publicado en Sonitus Noctis Núm. 6, Noviembre de 2004. www.sonitusnoctis.com

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