viernes, diciembre 08, 2006

¡Ay, Titanes, Titanes...!


Los cantos de Hyperion
por Yasmin Santiago

Hyperion

Dan Simmons

Ediciones B

España, 2004

Hyperion es uno de los mundos más alejados de la Red de la Hegemonía del Hombre. Es un planeta laberíntico, aunque nadie sabe quiénes, ni con qué tecnología ni propósito realizaron los laberintos en el subsuelo. En Hyperion están las Tumbas del Tiempo, que son estructuras lanzadas hacia el pasado desde el futuro remoto. Y en las Tumbas del Tiempo habita el Alcaudón, el Señor del Dolor, criatura a quienes los creyentes de la Iglesia de la Expiación Final identifican con el ángel de la muerte, que viene a aniquilar a una humanidad que ha vivido demasiado tiempo desde la destrucción de su natal planeta Tierra.


Al borde de una conflagración potencialmente catastrófica entre la Hegemonía, los éxters y el Tecno Núcleo, siete peregrinos son enviados a Hyperion. La Iglesia de la Expiación Final los ha elegido. Son siete personas que ni en sus vidas privadas ni en sus ocupaciones públicas tienen relación entre sí. Pero cada uno de ellos posee una parte del conocimiento que puede ayudar a esclarecer el enigma de Hyperion y el Alcaudón.


Cada peregrino tiene una cuenta pendiente en Hyperion. Lenar Hoyt, el sacerdote católico, no puede alejarse del planeta: lleva encastrados dos parásitos cruciformes que le provocan un mortal dolor en cuanto se aleja. Fedmahn Kassad, coronel de la Hegemonía, va en busca de Moneta, de quien está enamorado, un monstruo con apariencia de mujer originario de Hyperion. Martin Silenus, el poeta de la antigua Tierra, necesita concluir la escritura de Los Cantos de Hyperion, que son una revelación del futuro. Sol Weintraub, el profesor judío, busca una cura para la enfermedad de su hija, una arqueóloga que en Hyperion fue afectada por una marea temporal que la hace rejuvenecer en lugar de envejecer. Brawne Lamia, la detective, está embarazada del cíbrido del poeta John Keats, quien fue asesinado por el Tecno Núcleo para evitar que fuera alguna vez a Hyperion. Het Masteen, el templario, se hace pasar por muerto, así que no se sabe el motivo de su visita a Hyperion. El Cónsul sólo busca venganza contra la Hegemonía y los éxters, y las Tumbas del Tiempo, en Hyperion, son su arma para conseguirla.


Hyperion es el nombre de un titán y de una luna de Saturno. También es el nombre de la obra que John Keats, el poeta romántico inglés, dejó inconclusa a su muerte. El nombre del planeta no es la única referencia al poeta: Keats es el nombre de la ciudad capital, Endimión el de la segunda en importancia. Incluso el nombre de la detective es un homenaje a Keats: Brawne por Fanny Brawne, su novia frustrada, y Lamia por uno de sus poemas más famosos. El mismo Martin Silenus, con su concepción de la poesía pura, parece evocar al poeta. Hyperion es la primera de una serie de novelas escritas por Dan Simmons. Los viajes en el tiempo, el conflicto entre las Inteligencias Artificiales del Tecno Núcleo, una conspiración del Vaticano para regir a la humanidad, son algunos de los asuntos que se derivan de esta novela.

Aunque el misterio predominante continúa siendo el Alcaudón. ¿Se trata de un castigo contra la humanidad? El Cónsul cree que la humanidad está anquilosada, que al propagarse por el universo, obligó a las circunstancias a adaptarse a ella, en lugar de ser la humanidad la que se adaptara a los nuevos mundos. De esta manera, no ha hecho más que copiar los modos de vida ya existentes en la Vieja Tierra. Los éxters, en cambio, al abandonar la Tierra, se permitieron explorar nuevas posibilidades de vida, de manera que se transformaron en una cultura completamente nueva. ¿Merece la humanidad un castigo por vivir tiempo extra o por haberse resistido a evolucionar en algo distinto? Hyperion recibió los premios Hugo y Locus del año 1990.

*Publicado en Sonitus Noctis Núm. 5, Septiembre de 2004 www.sonitusnoctis.com

1 comentario:

Nicolás Díaz dijo...

Yo insisto, alguien debería grabar una Cumbia del Alcaudón. Se me hace de esas palabras bien rebambarambas, como bilirrubina o pipiripau.