martes, noviembre 07, 2006

El bonachón atribulado



El bonachón atribulado

Yasmin Santiago



Tribulat Bonhomet
Villiers de L'Isle-Adam,Clásicos de Bronce, Núm. 33PlanetaEspaña, 2002



Mi nombre es Legión, porque somos muchos.San Lucas, 8:30



Philippe-Auguste-Mathias, conde de Villiers de L'Isle-Adam nació en Francia en el año 1838 en el seno de una antigua familia aristocrática. No obstante el prestigio familiar, creció en la pobreza. En sus años de juventud se dedicó a la literatura, en el ámbito del romanticismo primero, en el del simbolismo después.

Tribulat Bonhomet es una de sus obras más extrañas, matizada por un humor corrosivo y por una acérrima crítica contra la sociedad utilitarista y positivista. Su personaje central, Tribulat Bonhomet, representa al prototipo del burgués decimonónico: orgulloso, necio e ignorante. La vena positivista de su carácter se descubre en un desquiciante fanatismo por la ciencia y el progreso, así como una fe ciega en la razón humana. Lo anterior y su constante menosprecio por todo aquello de apariencia subjetiva, su hipocondría social y su dudosa calidad ética hacen de él uno de los más irritantes, pérfidos y nefandos antihéroes que haya desfilado por las páginas de la literatura universal.

¡Qué agradable es alentar a los artistas!

Rubén Darío definió al doctor Tribulat Bonhomet como "un don Quijote trágico y maligno". En verdad, cada una de las acciones y pensamientos del doctor refuerza la opinión del padre del modernismo.
La primera aventura de Bonhomet habla de sus aficiones artísticas. Como hombre ilustrado que es, Bonhomet se siente más inclinado a las ciencias que al arte, pero de cuando en cuando, condesciende a regalar a su espíritu con algunas delicias estéticas.

En una de sus muchas lecturas, aprende que antes de morir el cisne canta muy bien.
Al doctor Bonhomet le gusta tanto el canto del cisne, que éste se convierte en una de sus aficiones favoritas y más privadas. Ahora bien, la muerte de un cisne es una cuestión enojosa si se deja en manos del destino, razón por la cual el doctor recurre al acecho para obligar a la ocasión a presentarse.

Su gusto por la música del cisne y su maña para procurársela hacen de Bonhomet, no un pérfido matarife, sino un valioso impulsor del arte, que no acepta dificultades ni escrúpulos para alentar a sus amados artistas a crear la obra magna de sus vidas. Aunque ésta implique la extinción del ejecutante.

Veo en esto un vago olor de oscurantismo

Entre una larga lista, el doctor Bonhomet se siente airado de manera especial por dos motivos. La subordinación del ser humano a potencias no domeñadas por la ciencia y la lenta decadencia que ciertas inteligencias subjetivas y románticas filtran en el pueblo.En ocasión del terremoto que sacudió el sur de Francia en el año 1857, el doctor Bonhomet lanza a las cámaras legislativas una moción en la que expone un plan para transformar estos accidentes naturales en herramientas socialmente útiles.

Dicho plan propone la construcción, en las zonas de mayor riesgo, de grandes y lujosos caserones que serán ofrecidos como residencia a los artistas. Ahí, dichos individuos vivirán felices, rodeados de comodidades.

El tiempo y el azar traerán la aniquilación de estos disturbadores de la salud y el orden social. Y como será la rebelde e impredecible Naturaleza la que se haga cargo de esta purga necesaria, los razonables gestores sociales, interesados, como Bonhomet, en la preservación de las instituciones, serán eximidos de toda responsabilidad.

El día sólo tiene veinticuatro horas

La reunión anual del Club de los oportunistas, evento en el que se dan cita los seguidores de los padres del utilitarismo (Mill, Spencer, Smith), presta a Bonhomet la ocasión de exponer sus planes de reestructuración popular, encaminados de manera especial al control de los anarquistas y otros subversivos violentos.

El doctor Bonhomet propone, en lugar de una represión armada, el auxilio de medios más sutiles. Según su estrategia, es posible crear una generación entera de subversivos aletargados, siempre y cuando sea posible utilizar su propia tendencia al vicio para minarlos. Eso, y el cierre de las tabernas hasta bien avanzada la madrugada, labor que sólo el Ayuntamiento puede llevar a cabo, son las pacíficas armas que el ilustre científico piensa blandir para proteger a la civilización.

No creo que el Terror sea una sensación universalmente provechosa

El doctor Bonhomet cuenta, a su pesar, con algunos amigos. Aunque quizás lo correcto sea afirmar lo contrario: el matrimonio Lenoir cuenta, a su pesar, con Bonhomet.
Así como en el exterior Bonhomet es un hábil adversario de la ignorancia, la inutilidad y el desorden social, lo es también en los ámbitos más íntimos de su vida.

"¿Estamos llamados a vivir nuevas cadenas de existencias o esta vida es la definitiva?" cuestiona el doctor Césaire Lenoir sin acabar de imaginar la discusión que desatarían sus palabras.
Naturalmente, Bonhomet se horroriza de la estupidez de su amigo y de su propia impotencia para evitar un tema tan banal como desagradable. Su horror se convierte en una ira asesina e inflexible cuando la ágil inteligencia de Claire, impropia en una dama, deja al descubierto una y otra vez el escaso conocimiento del doctor en esta y muchas otras materias.

Huelga decir que Bonhomet, pertrechado en su estrecha visión positivista, sale muy mal librado del encuentro. Después de todo, no es más que un hombre cuerdo acorralado por dos chiflados: un fanático de la metafísica y una romántica.

El lector se encargará sin duda de dilucidar los misterios que, durante la larga conversación con el matrimonio Lenoir y en los hechos funestos que ocurren después, se dejan alumbrar por la inteligencia de Bonhomet. A la postre, la alambicada concepción del mundo de nuestro personaje se verá fuertemente sacudida gracias a un roce con lo sobrenatural: el reflejo de un fantasma en los ojos de una mujer muerta. En los ojos de su amiga Claire.

...¿después de ti, Señor?

Como queda expresado en el epígrafe que Villiers dispuso para su libro, Bonhomet es un múltiple, un interminable farsante empeñado en multiplicar su huella por el mundo. Como el don Quijote maligno que Rubén Darío percibió, Bonhomet se dedica a atribular a la humanidad con sus necedades, su doble moral y perniciosa presencia. Se muestra dispuesto no a luchar por las causas perdidas, sino a perder todas las causas.

Tribulat Bonhomet es una de las más cínicas y delirantes bufonadas jamás escritas, y el lector se sentirá maravillado, sin duda, por la increíble capacidad de Bonhomet para censurar y destruir todo aquello que no es de su gusto. Pero la sátira es amarga, porque Villiers sabe que Bonhomet es una Legión interminable, que habita insensiblemente en una multitud de hombres, y que está más que dispuesto a arrasar, en aras del amor propio, con lo mejor y más apreciable del espíritu humano.
* Publicado en Sonitus Noctis 2, Junio de 2004 www.sonitusnoctis.com

No hay comentarios.: