El hidromiel de Odínpor Yasmín Santiago
Cuando tenía cuatro años, mis abuelos me llevaron a visitar a doña Mathilde, mi bisabuela. Doña Mathilde era una matrona de las de antes, grande, entronada en su mecedora de madera labrada, con los labios muy apretados y la mirada terrible detrás de los anteojos. Aquella tarde, los hijos del hermano menor de mi abuelo -que eran un niño y una niña unos pocos años mayores que yo- también estaban de visita. Los tres estábamos viendo televisión en compañía de doña Mathilde. El niño se levantó y dijo: "Abuelita, ¿puedo ir a jugar con el perro?" A lo que ella respondió con un breve "si". Acto seguido, me levanto y le pregunto: "Abuelita, ¿puedo ir a jugar al porche?" A lo que ella respondió con un hilo de voz. "Yo no soy tu abuela". Ante una respuesta tan elocuente sólo pude contestar con un tímido "Sí señora" para luego salirme a jugar al porche, sin saber si tenía o no permiso para ello. Un rato después, mi jovencísima tía segunda -de unos nueve años- salió y me preguntó: "¿Te dieron permiso de jugar aquí?" "No sé" respondí. "La señora, la madre de mi abuelo, no me dijo que no podía jugar".
Entonces no lo sabía, pero acababa de tener el primer contacto de mi vida con una de las herramientas poéticas más instintivas: la perífrasis, la kenning en la literatura nórdica. La mayor colección de estas kenningar la encontramos en las Eddas mayor y menor, los compendios más importantes de literatura islandesa medieval. Curiosamente, la palabra edda significa bisabuela. Supongo que es un apelativo que tampoco habría satisfecho a doña Mathilde, quien me provocaba el mismo pavor que una valkiria a un guerrero en lid.Sin embargo, aquello de Señora mamá de mi abuelo siempre dio resultado.
Borges definió las kenningar como "una de las más frías aberraciones que las historias literarias registran", con lo cual no pretende denigrarlas ni restarles valor artístico, sino clasificarlas como un recurso literario limitado y condenado a la muerte conceptual -Borges dice ¿cuántas imágenes es posible crear sobre el mismo ser u objeto sin repetir la idea de fondo?- el número es limitado, la lógica hace que las kenningar cierren su círculo pronto, de manera que ni el más avezado poeta es capaz de crear una kenning nueva sin repetir una idea dicha anteriormente por otro poeta o por él mismo.Las kenningar son perífrasis convenidas, un código lingüístico especialmente creado por los poetas islandeses de la edad media para nombrar dioses, gigantes, héroes, monstruos, enanos, elfos, reyes, magos, objetos y lugares.
Las kenningar son frases que expresan en contenido lo mismo que una palabra. De ahí que el poeta, para referirse a la poesía, la nombre "la sangre Kvasir", "el navío de los enanos" o "el hidromiel de Odín". El nombre de Odín es sustituido por "el Padre de Todo", "Dios de Caídos" o "Señor de los Cuervos". Los cuervos son llamados "los cisnes del Dios de la Carga", "cisnes de guerra" o "gaviotas de las heridas". De esta misma manera se procede con muchos otros sustantivos. La pericia del poeta era probada en su empleo de las kenningar. El buen poeta sabía citar las kenningar ya existentes, pero también era capaz de crear nuevas. El mal poeta sólo las copiaba.
Conviene distinguir entre la poesía escáldica y la éddica. Los escaldas, en su afán por exaltar los hechos heroicos de los reyes a quienes servían, agotaron el recurso de las kenningar y convirtieron al poema en un criptograma indescifrable. Esta poesía sólo sirve para alimentar los ocios de especialistas y entusiastas en la materia como Borges, autor de un breve catálogo de las kenningar (ver Historia de la eternidad). En contraste, la poesía éddica, la de las Eddas Mayor y Menor, conserva las kenningar originarias, de las cuales se vale para consignar los mitos y costumbres del pueblo vikingo.
La Edda Menor o en prosa, compuesta alrededor del año 1220 por el poeta y político Snorri Stúrluson reúne, a la par con una gran variedad de mitos y leyendas populares, un riguroso catálogo de las kenningar, así como consejos para su uso y adecuada elaboración. Los mitos recogidos en esta obra didáctica servían al poeta para contextualizar su arte.
La Edda Mayor o en verso cuenta una gran diversidad de asuntos: los orígenes del Universo, la creación de la primera pareja humana, las correrías de Odín y su prole, el florecimiento y muerte de Yggdrásil, el árbol cósmico, la destrucción del mundo, las gestas de Sigfrido y los Nibelungos. La Edda Mayor da noticia de personajes ampliamente conocidos -y desvirtuados- a través del cine, la literatura, la música, los comics, los dibujos animados e incluso los videojuegos. Quienes hoy rondan los veintitantos años deben recordar la transmisión en señal abierta de la segunda saga de Los Caballeros del Zodiaco, el famoso anime japonés. ¿Quién no recuerda con singular nostalgia que dicha saga de desarrolla en Ásgard, el hogar de los dioses vikingos, que la princesa Hilda (¡una valkiria!) se encontraba poseída por el "maléfico" anillo de los Nibelungos, que cada guerrero de Ásgard estaba investido por el poder de un dios nórdico? ¿Quién, leyendo las Eddas, no ha notado que el Aurín de La historia interminable está inspirado en la serpiente que rodea el Mídgard, que es el nombre islandés con que se designa a la Tierra Media, hogar de gigantes, enanos, elfos y otros muchos pintorescos y taquilleros personajes?
No sólo las curiosidades mitológicas y lingüísticas tienen cabida en las Eddas. Éstas funcionan incluso como documento antropológico. "Los dichos de Har", el segundo de los cantos de la Edda Mayor, testimonia los usos y costumbres sociales de los vikingos. Se explica por ejemplo que un huésped debe esperar de pie a la entrada de la casa hasta que el anfitrión lo invite a tomar parte en los festines, y dependiendo del lugar que se le asigne en la mesa, es el grado de estimación que merece. Hay otros rasgos culturales que sin ser explícitos se infieren. "La visión de la adivina", el primer canto de la Edda Mayor, refiere brevemente la creación de la primera pareja humana, Ask (fresno) y Embla (olmo), surgidos de dos troncos caídos. Es válido pensar que un pueblo como el nórdico, cuya economía giraba en torno a la madera que le servía para calentarse y fabricar embarcaciones, no hiciera surgir a los padres de la raza humana del barro, como muchas culturas agrícolas.
La naturaleza de las kenningar, que denotan los atributos de los seres y los objetos, las vuelven ideales para referir las gestas guerreras. De ahí que la poesía éddica parezca áspera para quienes estamos acostumbrados a las amables lírica y épica de la Europa meridional. El de las Eddas es el lenguaje grandilocuente del Homero de la Ilíada y de la primitiva tragedia griega que muere con Esquilo. Es un lenguaje que de alguna manera trasluce el diario esfuerzo del hombre por sobrevivir a las rudezas del entorno físico. Con la llegada de las comodidades de la civilización, la poesía escandinava se convierte en un juego de entretenimiento cortesano. Nos queda el monumento, las Eddas, el hidromiel de Odín, para beberlo eternamente en el Valhalla con los einheriar, los muertos en combate.
(Nota bibliográfica. Alianza Editorial publica la poesía éddica bajo los siguientes títulos: Edda Mayor: poesía nórdica siglos IX-XIII, y Edda Menor, de Snorri Stúrluson. Ambas están traducidas y anotadas por Luis Lerate).